viernes, 10 de noviembre de 2017

paisaje


Costa brava. Bilirrulina. Cinco pollitos y una ternera.

Mil un caras te trasformaste cuando me fuiste para conocerte... qué historia extraña la constelación que ha dibujado nuestro peripleo mutuo, magnético, lleno de coincidencias minúsculas y detalles detallísimos de encantamientos a quemaropa, una esgrima de mordiscos prohibidos, de miradas devoradoras, de perros voladores y serpentíneos y acuáticos y piropélvicos. Senderos que preludieron el resbalo hacia tu ombligo y que ahora se desdoblan luminosos sin temores ante la pregunta por su devenir... cocinándose como las capas de una lasagna, suma de presentes que desmienten todo intento de ir más allá de sí mismos, lasagna metafísica, lasagna volumen transparente, lasagna imposible y sin embargo de una asombrosa capacidad fáctica de iluminar las entrañas. Alegría metafísica, estómago metafísico, cavidad toráxica metafísica, un precioso líquen nuevo creciendo entre las comisuras cavernosas de nuestros órganos metafísicos... hombre de barro tornéandose barro entre el húmedo barro de una mujer barro. Y en el horno del que también florecen pandebonos, cruje una pulsión que nos atrae y nos sobrepasa, un calor que ya conocemos llevamos adentro y que dulcemente vamos sintiendo cómo nos cocina... Historias de vientre, nada que hacer: siempre lo son, nos llevan al mito y nos devuelven con la memoria fresca (por unos instantes, al menos... lo que dura nuestro respiro, quizas)

Mil un caras te trasformaste cuando me fuiste y llevaste para conocerme de qué estamos hechos... y nuestra respuesta es divina, en el templo hecho de tiempo hacémonos de amor.