Costa brava. Bilirrulina. Cinco pollitos y una ternera.
Mil
un caras te trasformaste cuando me fuiste para conocerte... qué
historia extraña la constelación que ha dibujado nuestro peripleo mutuo,
magnético, lleno de coincidencias minúsculas y detalles detallísimos de
encantamientos a quemaropa, una esgrima de mordiscos prohibidos, de
miradas devoradoras, de perros voladores y serpentíneos y acuáticos y
piropélvicos. Senderos que preludieron el resbalo hacia tu ombligo y que
ahora se desdoblan luminosos sin temores ante la pregunta por su
devenir... cocinándose como las capas de una lasagna, suma de presentes
que desmienten todo intento de ir más allá de sí mismos, lasagna
metafísica, lasagna volumen transparente, lasagna imposible y sin
embargo de una asombrosa capacidad fáctica de iluminar las entrañas.
Alegría metafísica, estómago metafísico, cavidad toráxica metafísica, un
precioso líquen nuevo creciendo entre las comisuras cavernosas de
nuestros órganos metafísicos... hombre de barro tornéandose barro entre
el húmedo barro de una mujer barro. Y en el horno del que también florecen pandebonos, cruje una pulsión que
nos atrae y nos sobrepasa, un calor que ya conocemos llevamos adentro y
que dulcemente vamos sintiendo cómo nos cocina... Historias de vientre,
nada que hacer: siempre lo son, nos llevan al mito y nos devuelven con
la memoria fresca (por unos instantes, al menos... lo que dura nuestro
respiro, quizas)
Mil un caras te
trasformaste cuando me fuiste y llevaste para conocerme de qué estamos
hechos... y nuestra respuesta es divina, en el templo hecho de tiempo
hacémonos de amor.